viernes, 6 de noviembre de 2009

A los demonios del amor hay que exorcizarlos.

Amarte, amarte hasta que te enferme todo ese amor que nace en mi pecho y navega por los canales de mi ser, que pasa por los pensamientos y termina entre mis piernas.
Amarte hasta intoxicarte.
Amarte hasta el fin del mundo. (Y el principio de otro)
Amarte cuando eres malo.
Amarte y que te sientas amado.
Amarte cuando degustas un buen pescado.
Amarte con la razón, con la estupidez, con bondad, con amor.
Amarte y no cansarme de hacerlo.
Amarte con los ojos y con el espíritu.
Amar tus manos, amar tu cabello, amar tu voz, amar tus uñas, amar tus pupilas, amar tus membranas, amar tus venas, amar tu sangre, amar tu hígado, tus riñones.
Amarte y que seamos uno.
Entrar en tí y caminar por las calles de mi infancia: chocar mi pasado con nuestro presente. Vestirme de ti.
Que tus brazos sean mis brazos, que mis ojos sean tus ojos, que compartamos una misma lengua, que respiremos con los mismos pulmones.
Amarte hasta morir.
Pero dudo que llegue la muerte.
Pues he encontrado que el elixir de tu fuente me da la vida eterna.