sábado, 28 de noviembre de 2009

Relato de una combustión espontánea.

Cuando las caricias no son diseñadas especial y únicamente para nuestra piel, se puede producir combustión espontánea... de la otra persona.

La mano empieza a quemarse de pronto... esto varía en cada persona. Ya que esa combustión puede ser en el acto o después, cuando se encuentra solo.

Líneas de humo empiezan a emanar de los dedos, evocando una sensación placentera, cálida y lo que hace al cerebro ir al despacho de los recuerdos y sentir de nuevo la piel que se había tocado tiempo atrás mas no la que recientemente se acarició.

Al parecer el individuo no se da cuenta de que las llamas se extienden por su brazo, y empiezan a recorrer su cuerpo por el estado de letargo en que se presenta. Como reviviendo todo, como ubicarse una vez más en la cama celeste con suaves pliegues que danzan en la espalda, mientras el amor viene de arriba y coloca su peso sobre uno.Y los pétalos se adhieren al sudor-rocío que de sus poros brotan.
Ver y sentir su cabello negro hecho marañas por los arrebatos de pasión... todo esto producido por el fuego que se va alimentando de la piel, pero a la víctima esta sensación es similar a los besos húmedos que se plasman en el cuerpo, perforan la coraza y caen directo al alma (sensasión que nadie jamás rechazaría)
Es fácil identificar la causa por la cual los individuos nunca fueron a pedir auxilio, ni quisieron liberarse de las llamas.
Sobra decir que en su recinto más profundo se generó la memoria de unas manos formando caminos... caminos para ser recorridos exclusivamente por el amante que los dibujó...
y nadie más.

Cuando el sendero de fuego para en su corazón se reaviva la llama.
El tiempo se detiene.
Abre los ojos y vistas caleoidoesféricas saludan y enuncian que se vendrán, los dos.
El humano y el recuerdo.
¿Se vendrán?
¿De dónde vienen?
No lo sabemos.
Pero se van a venir.

El espacio que la persona ocupa se va tostando.
Los alrededores quedan intactos.
De su cuerpo podemos apreciar un pie solitario.
Pero aún sigue en la habitación, hecho cenizas.

Es importante, aclaro, que cuando se acaricie la piel de un amante, SEA LA PIEL DE ESE AMANTE LA QUE SE ACARICIE, no la del pasado ni de un favorito.

Soy cobarde, no quiero morir todavía.
Es por eso que me abstengo de tocar pieles ajenas.