miércoles, 20 de enero de 2010

Prosa para invocar a la musa.

Musa de piel caoba
préstame tu regazo;

no dejes morir al poeta

que entre sueños
y caricias sabor a noche
te da vida con su abrazo.


Musa, tu nombre traspasa dimensiones. Con tal convicción te llamo que los pilares se adormecen, dejan caer su cuerpo lentamente y llenando de sonido el espacio.
Todos mis achaques son por cada parte de tu cuerpo que me hacen extrañarte. Por cada año que de realidad no vestirás tu cuerpo y ofrezco ante ti mi sufrimiento a cambio de la iluminación que me brinda tu presencia.
Edén; tu boca.
Mi alma se encuentra tejida de hirsutos cabellos negros.
Mi lluvia nace en el caudal de la tristeza que se asienta en tus ojos.
Mi existencia pende en la comisura de tu sonrisa.
Oh, Musa.
Glorifícame y llévame al oasis que varios de los míos invocan con su canto y que declaman a tus pies.
Siervo soy de tu reino de sueños, notas y danza.
Toma posesión de mi cuerpo y dejo mi voluntad en tus manos.
Que mis dedos dibujen letras, las mismas de tu nombre.

Amén.



**nota aclaratoria**
Negrita
Las musas son criaturas traviesas y juguetonas.
De muchas formas se presentan pues esencialmente son entes asexuados.
Cuando son invocadas toman el cuerpo de un mortal esparciendo su brillo supernatural a donde quiera que vayan, para esto, los ojos de un poeta o poetiza pueden captar el fulgor de su respectiva musa.
Mi musa cayó en el cuerpo de un hombre que me ha dejado fascinada.
Las letras que le dedico son el alimento de su alma.
Aunque lo quiero para mi sola tengo la desgracia (o la dicha) de compartirlo.