miércoles, 22 de julio de 2009

Piel.

Sincerarme es lo único que me falta.
Parar las gotas de lluvia
congelar los momentos de febrero
es algo que ya está hecho.

La vi en su aparador perfecta.
Mirando siempre al horizonte.
Encerrada en su fiel burbuja
apartada del sufrimiento.

Profanaba su hermetismo.
Escuchaba su silente agonía
con los oídos de la tirria.
Sacarla fue un impulso.

Pasos rápidos
movimientos torpes
huía de la pronta furia
de su leal custodio.

Y al verla en mi mano
temblando de terror
sus ojos me llevaron
a las noches de febrero.

Me tatué su sonrisa
me vestí de perfección
tomé sus ojos negros
y en mi rostro se vio el horizonte.

Tomé su piel dorada
abandoné como serpiente
el gastado manto que me cubría.
Me perfumé de su escencia a juventud.

Corrí a su burbuja ahora mi templo
y quieta esperé su mirada.
Con paso inseguro el guardián
al aparador se acercaba.

La mejor de mis sonrisas preparé
aunque la piel delicada de la muñeca
se quebraba lentamente
en la comisura de mis labios.

Se hacían grietas en mi cuerpo
como un campo árido
anhelante de lluvias y tan sólo
con lágrimas negras le regué.

El custodio en silencio
frente a mi se encontraba.
Impactado, con un gesto
ensombrecía la esperanza de sus ojos.

Fijé la mirada prestada
en su caudal de lágrimas
y aún con la sonrisa grabada
mi alma se fue marchitando.

Teniendo la luna como testigo
el cristal de la burbuja
cayó a los pies del protector
inmóvil que miraba...

Miraba mi cuerpo que se cubría
con la porcelana de su muñeca
que yacía trémula en el frío suelo
rodeada del cristal que yo misma irrumpí.